Los Amos
Capítulo 8 Thump_689265thjona
BIENVENIDO AMIGO!! afro
NO OLVIDES VISITARNOS A DIARIO, TE ESTAREMOS ESPERANDO bounce bounce

Si AUN NO TIENES TUS PERMISOS O NO ACTIVASTES TU CUENTA PULSAR AQUÍ


Unirse al foro, es rápido y fácil

Los Amos
Capítulo 8 Thump_689265thjona
BIENVENIDO AMIGO!! afro
NO OLVIDES VISITARNOS A DIARIO, TE ESTAREMOS ESPERANDO bounce bounce

Si AUN NO TIENES TUS PERMISOS O NO ACTIVASTES TU CUENTA PULSAR AQUÍ
Los Amos
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Capítulo 8

Ir abajo

Capítulo 8 Empty Capítulo 8

Mensaje  Abadón Vie Nov 13, 2009 12:48 am

Piscus regresó ese amanecer.
-¡Argecilao, Septimio, Luperco, Híbrido, desayunen, colóquense las armaduras y vayan al campo número dos!
-¡Oye, tú! –Le gritó Híbrido medio dormido.- ¡Nosotros somos veteranos, no necesitamos instrucción! ¡Llévate al galo y déjanos dormir!
-Este es el ejército de César, aquí no hay veteranía que valga, todos hacen la instrucción. –Dicho lo cual, se retiró.
-¡Ho maldición! ¡Esto en las legiones de Pompeyo Magnus no sucede! ¡Qué vergüenza! ¡Qué falta de respeto!
-Y yo que no arreglé las caligaes… -Intervino Luperco.
-Ve con las botas. ¿Qué diferencia puede haber?
Al pasar por el campo número uno vi que también había un grupito de reclutas.
Piscus no nos dio tiempo a nada. Tenía los pila y las horquetas preparadas.
-¡Vamos! ¡A caminar cunnus! ¡No pierdan tiempo! –Ordenó.
-¿Caminar? ¡Ya sabemos caminar! ¿Qué clase de instrucción es esa? –Protestó Hibrido.
Nada le contestó Piscus, simplemente indicó el campo con un gesto de la cabeza. Nos pusimos a caminar. A mi me protestaba cada músculo de mi cuerpo, sin embargo a los veteranos esto les parecía un paseo. Venían charlando despreocupadamente mientras yo me concentraba en cada paso que daba. Por lo menos al principio, ya que a media mañana su conversación fue decayendo al tiempo que sus respiraciones se hacía más fuerte.
Piscus me trajo la bota de agua, más no convidó a los veteranos. Éstos comenzaron a quejarse fuertemente.
-¡He! ¡¿Y nosotros?! –Dijo Septimio.
-¿Cómo es eso de que se sirve a los galos y no a los romanos? –Protestó Híbrido.
-¡Basta! ¡Se callan! Les daré agua… a ti Luperco cuando traigas tus caligaes, a ti Híbrido cuando tu casco tenga tiras para sujetarlo y a ti Septimio cuando tu cota no esté oxidada y rellenes todos los agujeros.
Más ellos siguieron protestando hasta quedarse sin aliento. Yo continué con mi rutina hasta mediodía, luego Piscus me dejó marchar, cosa que no gustó para nada a los otros, pero créanme que no me afligí por ellos para nada.
Llegaron a la tienda bien entrada la tarde. Y luego de beberse toda el agua que encontraron se abocaron frenéticamente a reparar sus equipos.
A las tres semanas ya caminaba todo el día, tras un pequeño descanso para almorzar. En mis pies se habían formado callos, así como también en mi hombro derecho. Lentamente iba aumentando el paso.
-¡Muy bien muchacho! –Me estimulaba Piscus.- Muy pronto ya podrás cubrir cuarenta millas por día.
¡Cuarenta millas por día! No las hacía a caballo y éste pretendía que las hiciera caminando… están locos los romanos.
Llegaron dos nuevos veteranos, Cneo Scaptio y Flavio Marcelo. Ambos habían estado con César en Hyspania y al parecer estaban más acostumbrados a la disciplina que los tres veteranos de Pompeyo Magno (así los llamábamos ya). Aunque veteranos solo porque habían combatido, ya que le más viejo era Lucio Antistio y solo contaba con veintitrés años.
Un buen día, nuestro decurión llegó por la tarde a la tienda con cara de preocupado. Nosotros estábamos muy atareados viendo como los pompeyanos jugaban a los dados y discutían a muerte por apuestas de dos sestercios.
-Muchachos, dejen eso, -Nos dijo- tengo novedades.
Todos nos volvimos de mala gana mientras Septimio se guardaba una apuesta que había ganado Híbrido.
-Parece que no habrá nuevos reclutas. –Soltó Antistio de golpe.- En Roma no quieren otorgarles la ciudadanía.
-¡¿Y quién peleará?! –Preguntó alarmado uno de los veteranos, no recuerdo cual.
-Solo nosotros.
-¡Edepol! ¡No hay forma de que con los hombres que hay en el campamento formemos una sola legión! –Exclamó otro, creo que Luperco.
-Conociendo a César como lo conozco, pelearemos lo mismo. –Dijo Antistio y los otros dos veterano y Albino asintieron en silencio.
-¡Pero es una locura! Con Cneo Pompeyo Magnus no entrábamos en batalla si no teníamos clara superioridad numérica.
-¡Ho! ¡Vamos! ¿Qué batalla pelearon ustedes? ¡Eran más de cien mil contra los piratas! ¿Cuándo los piratas pusieron más de diez mil hombres en un campo de batalla?
-¡Estábamos repartidos por todo el Mare Nostrum (Mediterráneo)! Nunca éramos más de tres legiones por sector.
-¡Bha! –Intervino Antistio.- Ustedes nunca pelearon, es más, ni siquiera son legionarios.
-¿Qué no somos legionarios? ¡Y que me dices de las guerras en Asia! ¿Te suenan los dos reyes?
-¡Pamplinas! ¡Cuando llegaron ustedes Lúculo ya había hecho todo el trabajo! ¡Lo único que tuvieron que hacer ustedes fue recoger el botín!
-¡Ojalá! –Exclamó Luperco.- Cuando nosotros llegamos, Lúculo y sus rapaces ya de habían llevado todo.
-Bueno, si estaban tan bien con Pompeyo… ¿Por qué no volvieron a alistarse en sus legiones?
-Porque Pompeyo quiere dirigirse a las Hyspanias… -Intervino Híbrido.- y los Hyspanos están acabados, no hay posibilidades de un buen botín. Así que teníamos a César por un lado y a Craso por otro. César ya está en la Galia, a un tiro de piedra de Roma. Marco Craso quiere ir a Siria para pelear contra… contra… -Nos miró a todos.- ¿Contra quien quiere ir a pelear Craso?
-Este… -Intentó contestar Antistio.- Este… Marco Craso va… va…
-A pelear contra los Partos. –Completó la frase Albino.- Contando con las dos legiones Sirias, en total tendrá nueve legiones… y los Partos están llenos de oro. Debieron ir con él muchachos.
Los pompeyanos se quedaron mudos.
-Bueno, -Dijo Híbrido luego de un momento.- ya estamos aquí y es imposible mudarnos hasta que se nos termine el contrato o nos liberen. Yo no quiero correr la suerte del desertor. Si tuve mala suerte con la elección del general, espero poder resarcirme con los dados. ¿Continuamos la partida?
-Una cosa más. –Interrumpió Antistio.
-¿Qué?
-¿Cuántos de ustedes saben leer y escribir?
Yo levanté la mano como si eso fuera lo más normal del mundo, más los demás me miraron de manera muy rara. El otro que contestó fue Albino.
-Yo también se… algo… un poco.
-¡¿Nadie más?!
El resto negó con la cabeza.
-¡Esto es lo más extraño que me pasó en la vida! –Exclamó el decurión.
-¿Qué cosa? –Quiso saber Albino.
-Que sea un galo quien nos enseñe a leer y a escribir, porque quien sepa hacerlo en la decuria deberá enseñar a los demás… en este caso, Argecilao.
-¡¿Qué?! -Gritamos todos al mismo tiempo.
-Órdenes de César. De ahora en adelante todo su ejército deberá ser instruido.
-¡Esto es inaudito! –Se quejó Septimio.
-Esto es nuevo. –Aportó Flavio Marcelo.
-No, esto ya se hacía en tiempos de Cayo Mario y de Lucio Cornelio Sila. Y no hay que olvidarse que Cayo Mario fue quien le enseñó a César el arte de la guerra.
-Yo soy legionario no escriba, no pienso aprender a leer y a escribir. –Se reveló Luperco.
-¡Bueno basta! –Gritó encolerizado Antistio.- ¡Negarse no es una opción! ¡Si César quiere que aprendamos, aprenderemos! ¡Y al que no le guste que se vaya y corra la suerte del desertor! Ahora, ustedes tres, -Dirigiéndose a los pompeyanos.- vayan a buscar la comida, que ya es la hora.

Luego de finalizada la cena, junto al fuego, quedamos los últimos el decurión y yo.
-Antistio.
-Dime Argecilao.
-¿César luchará aunque solo tenga cuatro legiones?
-¡Ho si! No me cabe la menor duda de que luchará. Pero descuida, solo lo hará si encuentra la forma de que venzamos… ¡Y siempre la encuentra!


Final del capítulo ocho.
Abadón
Abadón

Cantidad de envíos : 37
Fecha de inscripción : 29/10/2009
Edad : 47
Localización : Córdoba

Volver arriba Ir abajo

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.