Los Amos
Capítulo 7 Thump_689265thjona
BIENVENIDO AMIGO!! afro
NO OLVIDES VISITARNOS A DIARIO, TE ESTAREMOS ESPERANDO bounce bounce

Si AUN NO TIENES TUS PERMISOS O NO ACTIVASTES TU CUENTA PULSAR AQUÍ


Unirse al foro, es rápido y fácil

Los Amos
Capítulo 7 Thump_689265thjona
BIENVENIDO AMIGO!! afro
NO OLVIDES VISITARNOS A DIARIO, TE ESTAREMOS ESPERANDO bounce bounce

Si AUN NO TIENES TUS PERMISOS O NO ACTIVASTES TU CUENTA PULSAR AQUÍ
Los Amos
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

Capítulo 7

Ir abajo

Capítulo 7 Empty Capítulo 7

Mensaje  Abadón Jue Nov 05, 2009 4:50 pm

Con Albino pasamos tres días rascándonos la entrepierna. Yo lo ayudaba con el equipo de Lucio Antistio mientras éste se iba a hacer la instrucción de Decuriones. Lo habían ascendido para esta campaña justo cuando pensaba que quedaría liberado del servicio y había vendido su viejo (pero en excelente estado) equipo a un tercio de talento.
-¡Y encima tengo que servir con Tito Pullo! Definitivamente yo ofendí a Marte en algún momento y se está vengando. –Se quejaba.
Al amanecer del cuarto día, una voz desde la entrada de la tienda me llamó.
-¡Cayo Rabirio!
-¿Si?
-Desayuna, ponte le equipo completo y preséntate en el campo número dos.
Semi dormido, tomé una manzana y un poco de agua y me coloqué la armadura completa. Entre todas las partes pesaría poco más de un talento. Si no fuera por el grueso cinturón de cuero donde va la funda del gladius y se coloca bien ajustado, la cota de malla sería casi insoportable.
Al llegar al campo número dos, encontré a un sujeto que debía ser veterano de mil batallas… a juzgar de la cantidad de cicatrices que tenía repartidas por el rostro, brazos y piernas.
-Llámame Piscus. –Dijo mientras me saludaba muy amablemente.- Y fui gladiador, por eso esta fea cara que contemplas. Bien muchacho, como eres el único cunnus que tengo a mi cargo por el momento, veré si puedo sacarte bueno. Camina.
-¿Perdón?
-Camina, hijo, camina. Quiero que camines.
-¿Hasta donde?
-Primero hasta aquel soporte donde tomarás dos pila y una horqueta, luego regresas.
Hice lo que me pidió, junté las lanzas y la horqueta, aunque sin saber para que serviría esta.
-Muy bien –Me dijo- ahora colócate la horqueta en el hombro derecho, eso es. Ahora quieto. –En ese momento colocó el escudo en una funda de cuero y dentro de ella unas cuantas piedras, de forma tal que entre el equipo y lo que sostenía arrastraba poco más de un talento.- Bien, bien. Ahora camina.
-¿Hasta las lanzas?
-Alrededor del campo, ya te diré hasta cuando.
El campo tenía trescientos pasos por lado, más de media milla por vuelta. No es que no estuviera acostumbrado a caminar, pero siempre lo había hecho calzado en finas botas de cuero y nunca con semejante peso encima.
Durante la primera hora me fue bien, bha, un poco adoloridos los pies al no estar acostumbrado a las caligaes con suela de clavos… y el hombro donde me colgaba el escudo lo tenía un tanto entumecido… pero la segunda hora ya fue un martirio, el hombro no me daba más, así que cambié la horqueta de lado.
Piscus caminó un trecho a mi lado y me retuvo las lanzas mientras yo bebía de la bota de agua que me había pasado, siempre caminando. Luego le pregunté si podía orinar…
-Siempre y cuando no detengas la marcha, muchacho. –Me contestó.
Ya cerca del mediodía apenas si arrastraba un pie detrás del otro gracias a que utilizaba las pila como bastones. El sudor bañaba todo mi cuerpo y sentía el cuello en carne viva, mis pies sangraban, y no sentía los hombros. Justo cuando el sol me dio en el centro de la cabeza, Piscus se me acercó y me quitó las lanzas y la horqueta.
-Basta por hoy muchacho, lo hiciste muy bien.
-¿Muy bien? –Pregunté asombrado con lo que me quedaba de aliento, sorprendido por el halago ya que creía no haberlo hecho nada bien.
-¡Ho! –Exclamó.- Caminando no vales nada, eres un desastre, pero no te has quejado una sola vez, y eso es lo que importa.
Terminada la frase me palmeó la espalda en un gesto amistoso… y yo casi termino de bruces en el suelo.
Ahora que ya soy viejo y recorrí miles de millas caminando, me parece exagerado el estado en que terminé ese primer mediodía, pero fue uno de los contratiempos de haber dedicado mi infancia y juventud solamente a los estudios, algo que a lo largo de la vida llegué a agradecer, pero en aquel momento lo deploraba con toda mi alma, sobre todo al dar cada paso para regresar a la tienda.
Allí me esperaba Albino, en la entrada, con un taburete, un trapo de lino y tres baldes de cuero. Me ayudó a quitarme la armadura, a sentarme y a colocar un pie en cada balde. Contenían éstos agua bastante caliente con un poco de sal, ardió al contacto con mi piel lastimada, pero luego de un momento se sintió muy bien, Mojó el trapo en el balde restante y con el me refregó ambos hombros y el cuello, mientras, vacié completa una bota de agua.
Me quedé recostado todo el resto de le tarde, solo me levanté para cenar (trozos de cordero asado y puré de garbanzos con tocino salado y aceite de oliva… esta vez nada le dejé al hambriento Albino) y después dormí como no recuerdo haberlo hecho nunca en mis jóvenes diecisiete años. Para mi desesperación, Piscus volvió a buscarme al amanecer siguiente.
Al comenzar a caminar no había músculo que no me doliera, aunque después de media hora éstos se calentaron y por un rato fue tolerable, pero al llegar el mediodía estaba tanto o más destrozado que el día anterior.
Al tercer día tuve que concurrir con los pies y el hombro derecho vendados.
Al cuarto día Piscus me dejó descansar. Fue durante esa tarde que llegaron los primeros veteranos… y más que legionarios parecían delincuentes (tan errado no estaba ya que luego me enteraría de cada cosa que estos muchachos hacían en Roma… bueno, y cada cosa que haría yo con estos muchachos en Roma, pero eso es historia futura). Eran tres, Lucio Septimio, Quinto Luperco y Publio Solvo Híbrido (cuyo cognomen lo heredó de su abuelo que era hijo de romano y latina). Ni bien llegaron encararon a Lucio Antistio.
-He, tú, Decurión, ¿Dónde están los otros?
-Ya vendrán. –Respondió éste.
-Espero que lleguen a tiempo para la guerra, si no, nosotros cinco… y medio… -Dijo quien conocería como Quinto Luperco mirando a Albino.- nos las veremos feas contra los germanos.
-¿Y tú? ¿Despojo humano? ¿Quién eres?
-Cayo Rabirio Póstumo Argecilao. –Contesté un poco indiferentemente.
-¡Un galo! ¿Desde cuando los galos son legionarios?
-Desde que somos ciudadanos romanos… -Ahora mi indiferencia era lisa y llana descortesía.
-¡Tacete Lucio! –Intervino Híbrido.- Deja en paz al muchacho. Oye ¿Ese equipo es tuyo? –Me preguntó señalando el pie de mi catre.
-Si.
-¡Caray! ¡Que buena cota! ¿Cuánto te costó?
-Bastante. -Contesté levemente fastidiado.
-¿Me la dejarás cuando te mueras?
-¡No! ¡No! ¡Déjamela a mí! –Intervino Lucio.
-¿Por qué habría de hacer eso? ¿Acaso ustedes no tienen?
-Si, por supuesto… las de dos años de paga…
-¡¿Esas porquerías?! –Exclamé.
-Psi… -Contestó Lucio.- Total, solo son para la primer batalla.
-¿Y después? –Quise saber.
-Heredamos a algún estúpido muchacho muerto que haya gastado oro en su equipo…
De no haber estado tan destruido, de seguro me habría enojado. Pero en la forma lamentable en que estaba mi cuerpo solo podía aplicar el muy romano desprecio.
Los tres veteranos arrojaron sus cosas por ahí y se fueron vaya a saber donde.
-¡Qué trío! –Opinó Albino.
-Se nota que nunca sirvieron con César, ya aprenderán.
-¿Es muy rígido César? –Le pregunté.
Sentado como estaba, agachó la cabeza y se la tomó con las manos. Desde esa posición habló más para si mismo que para nosotros.
-¿Si es rígido César? Si… bastante… pero César no es el problema… el problema es Tito Pullo… ¡Edepol! Soy hombre muerto… -Finalizó al borde de la desesperación.


Fin del capítulo 7.
Abadón
Abadón

Cantidad de envíos : 37
Fecha de inscripción : 29/10/2009
Edad : 47
Localización : Córdoba

Volver arriba Ir abajo

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.